martes, 15 de junio de 2010

LOS COLONOS

Mis agradecimientos para Pati St.

Autor: Chilin


Arado punta y mancera…
Para arar por las laderas
Arado punta y puntilla…
Para arar por las orillas
Esteras y esteritas…
Para tejer casitas
Esteras y esterones…
Para tejer caserones
Y esteraaaaa

…Una vez que unos colonos llegaron a colonizar, porque eso es lo que hacen los colonizadores; y luego de mucho viajar, de mucho abrirse paso a través de bosques y serranías que solo conocían a los humanos que jugaban entre sus ramas o cazaban lo que era permitido o lo que era necesario.

Tarde feliz aquella, alrededor de la iglesia, hecha con gran esfuerzo, se habían congregado todos los hombres, mujeres y niños del pueblo que habían bautizado pomposamente como valle de la eterna esperanza, una gran guirnalda de colores cruzaba la avenida principal, y más abajo el recién electo alcalde que había sido designado porque fue el único que terminó de pie, luego de la gran fiesta que dieron el día de la elección, pero esas son cosas de la política y no vienen al caso en la historia que quiero contarles.

Tarde de sol, de sueños cumplidos, atrás quedaban las largas travesías por las praderas multicolores, con todos los paisajes exóticos y amenazantes nativos siempre listos a atacarlos por el simple hecho de que eran colonizadores; los pobres no sabían que ellos traerían la anhelada civilización… (claro, ellos no sabían lo que anhelaban) pero algún día lo sabrían y estarían agradecidos y civilizados, además eran fuertes y podrían servir para cultivar las tierras que legítimamente les pertenecían a los colonizadores.

Todo estaba dispuesto, la tarima para los discursos, misma que mas tarde utilizarían los músicos, la pista de baile, en fin todo, el alcalde terminaba su discurso…

- Ciudadanos del Valle de la eterna esperanza, no serán vanos los esfuerzos desplegados ni las dicotomías perdidas en la sempiterna vagancia, por los valles infestados de salvajes, serán vuestras virtudes las que prevalezcan y les prometo que nuestros hijos… que SUS hijos, verán coronados sus esfuerzos cumpliendo años consecutivos… Etcétera.

Enseguida le tocó el turno al sacerdote:

- Hermanos, estamos aquí reunidos para regocijarnos por la gracia concedida, para criar una nueva generación de buenos Cristianos, pido a Dios Todopoderoso, que así como los árboles que cubrían estas tierras y que gracias al esfuerzo mancomunado de todos los aquí presentes, hemos convertido en un pueblo… seamos nosotros, los que gracias a nuestra profunda fe, echemos raíces en esta tierra fecunda y fértil, y sean nuestros hijos el fruto y la simiente de una nueva generación.

No alcanzó a terminar la frase cuando todos los habitantes del pueblo le respondieron…

- ¡¡AMÉN!!

En ese momento preciso, un viento tibio, sopló suavemente, todo se volvió borroso; el Cura, la Iglesia, eran vagos recuerdos, cada uno podía sentir su entorno pero no podían ver, tampoco podían moverse, tenían la sensación de haber estado en ese lugar por mucho tiempo, tanto que se perdía en los albores de la humanidad. De pronto, se dieron cuenta, había echado raíces, y ahora ellos eran los árboles que cubrían esa tierra, y sus hijos eran, frutos y semillas colgando de sus ramas, durante centurias habían habitado esas tierras, el viento , las aves y los insectos eran los encargados de esparcir su simiente, su relación con el entorno era de sensaciones, sentían la luz y la tierra fertilizada por sus propias hojas como un sabor, de infinitas variedades, según si estaba soleado o nublado, así mismo la lluvia cambiaba la textura de la tierra, y sus infinitos sabores, se dieron cuenta que en ese estado eran muy felices, hasta que de pronto sintieron como los humanos empezaban a cortarlos de cuajo y nada podían hacer para defenderse, no sentían dolor, al menos no el dolor como lo recordaban, si una gran sensación de impotencia y desesperación, los caídos, desconectados de la madre tierra, seguían vivos aun mientras los aserraban para convertir su carne en madera para las casas aun cuando los trozos de madera eran usados para las fogatas, los arbustos entre los cuales estaban sus hijos, eran quemados y nada podían hacer, la madre tierra tampoco estaba feliz, las raíces ancladas a sus entrañas, evitaban que el agua la arrastrara hasta el río; primero y más tarde al lejano mar, las aves y los insectos, no entendían nada… sus nidos eran destruidos sin misericordia, entonces recordaron que ellos habían hecho lo mismo, y ahora estaban así ¿pagando tal vez por destruir un bosque tan bello? Todo era confusión, pero ahora el recuerdo de haber sido humanos, les laceraba el alma, ¿sería este el infierno?... ¿Este sería el castigo, por haber atentado contra la madre tierra?, había que hacer algo. ¿Pero qué?

Lentamente todo volvía a la normalidad, el viento tibio dejó de soplar pero ahora el escenario era distinto, estaban en sus carros, la noche anterior a la tala, uno a uno se levantaron, era el momento justo que precedía a la aurora, sin luna, el momento más obscuro, y al mismo tiempo, era el momento en que empezaba a aclarar, lentamente se reunieron en centro de la rueda que formaban los carros, los corazones acelerados, sabían que no era un sueño, era el ruego de la naturaleza, luchando por evitar la destrucción de algo que había tardado miles de años en construir y al mismo tiempo, les decía que podían evitarlo, en ese momento caían estrellas fugaces en silencio las miradas se alzaron para contemplar el bello espectáculo, al principio era miles de diminutas estrellas fugaces que caían en el horizonte, detrás de un monte que no habían visto hasta entonces.

Una anciana que se había unido a ellos, hacía algunas semanas, y que hasta entonces había permanecido quieta sujetando un bastón de ciego, dijo en un susurro, debemos dirigirnos hacia el monte, es ahí donde está nuestro hogar, segundos antes los que la rodeaban callaron sus comentarios, el viento mismo dejo de emitir sonido alguno, los árboles cesaron de cantar de modo que el susurro se escuchó claramente en el silencio absoluto que precedió a ese momento mágico, en que una anciana ciega le indicaba el camino a un grupo de colonos experimentados; no había dudas, había que seguir los consejos de la anciana, que quitándose los zapatos, se puso en marcha, en medio de la tenue luz que asomaba lentamente tras las lejanas montañas, caminaba ágilmente entre los arbustos delante de las carretas, sacándolos del bosque y guiándolos hacia una explanada en lo alto de una loma de suaves pendientes, cuya cima era una gran dehesa, un enorme plano arbolado donde podrían construir sus casas sin necesidad de cortar un solo árbol, ya que había greda mas que suficiente para construir casas para todos y en el centro una gran plaza mayor, donde sólo sería necesario plantar un árbol más y sería el lugar perfecto, para que los niños pudieran jugar, todos estuvieron de acuerdo en permitir a la anciana elegir primero el espacio que ocuparía, entonces ella se irguió lentamente y les dijo que le permitieran elegir el lugar para cada uno de los Colonos y sus familias, y les pidió además que ese día lo prepararan para pasar la noche, que hicieran un círculo alrededor del centro, donde faltaba el árbol, y dejaran allí los animales que viajaban con ellos, ya que en ese lugar, había una pequeña laguna de aguas cristalinas y mucho pasto, mientras ella le indicaría a las mujeres la ubicación de las parcelas, y la anciana ubicó a cada una de ellas en una parcela mientras les indicaba el uso de las plantas medicinales que encontraban a su paso; una vez que hubo terminado, volvieron a la plaza, todos se veían felices, cansados pero felices, en las semanas siguientes, se construyeron las casas con la greda que había en abundancia, mientras tanto, la anciana se paseaba descalza en los alrededores de la plaza, hasta que llegó el momento de la inauguración, una noche de luna llena decidieron que cortarían algunos árboles para construir un tablado en el centro de la plaza para los festejos, entonces la anciana les dijo que tenía algo importante que decirles, que reunieran a todo el pueblo en la plaza, que ella los esperaría allá, y sin esperar respuesta, se dirigió en esa dirección, algunos no le hicieron caso, y siguieron con los preparativos, otros fueron a buscar a sus familias y fueron a ver lo que tenía que decirles la anciana, algunos minutos mas tarde una brisa suave, tibia la luna se interpuso entre la tierra y el sol, al mismo tiempo miríadas de estrellas fugaces caían detrás de las montañas que se veían tan lejanas en la distancia y tan cercanas en el recuerdo de aquella noche de terror, sin pensarlo todos se pusieron en movimiento y muy pronto estaban todos, hombres, mujeres, niños y animales reunidos en la plaza…todos menos  la anciana,  no estaba en ningún lado, algunos comenzaron a impacientarse y en la obscuridad del eclipse empezaron a organizar la búsqueda, en ese momento  una niña de escasos 5 años, trataba de llamar la atención sin que nadie la tomara en cuenta, se acercó a su Padre, al Alcalde y al Cura, nadie la tomaba en cuenta, entonces su madre la tomó en brazos y la niña le dijo
-      Yo sé dónde está la anciana,
-      Vamos a verla – respondió la madre
Con su hija en brazos se  abrió paso entre la multitud hasta llegar al centro de la plaza, entonces se dio cuenta, en ese momento todos los niños y animales de la aldea, además de una infinidad de animalitos del bosque habían llegado a presenciar el acontecimiento, el eclipse llegaba a su fin,  la algarabía de los niños hizo que todos miraran hacia la plaza, entonces descubrieron que en el centro mismo de la plaza,  ahora había un gran árbol que parecía haber estado allí desde siempre.
Autor: Rubén Ilich Leiva Toledo