miércoles, 3 de agosto de 2016

Viaje al paraíso, impregnada en el hedor de su escamosa piel, la otrora dulce novia volvió a vestirse con las ALAS del tiempo y emprendió el viaje incierto, a través de las montañas del destino, para llegar a ellas era indispensable cruzar el campo de los cadáveres no muertos, tarea en muchos sentidos imposible, tendría que usar todo su intelecto,, que afortunadamente no le faltaba, el primer reto era enfrentar el sortilegio de la bruja del destino, caminó en la mas absoluta obscuridad atenta a cualquier señal que pudiera poner en riesgo su salvación y lo realmente importante, la salvación de su amado, recordaba como en un sueño una frase que el le digiera, el amor es armonía, como la resonancia armónica, capaz de destruir un puente, un edificio o un universo, tu vibras en mi frecuencia y eso hace posible nuestro amor, estamos en armonía… estamos en armonía... trató de calmarse, ignorar el hedor de su piel, al cabo de un tiempo incierto y a pesar del dolor, la obscuridad cedió el paso a las acuarelas, plenas de colores empezó a recordar, sus sensaciones casi imperceptibles dieron paso al ensueño. Sus sentidos potenciados por su condición de serpiente percibió una vibración maligna a su diestra, hábilmente esquivó el peligro una y otra vez hasta llegar a una planicie devastada, por los demonios del destino, y percibió claramente la esencia de su amado, era imposible cruzar la llanura llena de alimañas dispuestas y mandatadas para no permitir el cruce a ninguna criatura terrestre o subterránea, la pendiente si bien era muy empinada no lo era lo suficiente para saltar y cruzar el páramo maldito o de las almas perdidas, algo tenía que hacer pero que… armonía, la mayor fuerza del universo, podía sentir a su amado y sabía que el a ella, sería un salto de fe, las posibilidades eran casi nulas, pero era lo único que podía intentar, subió a una roca y saltó, su amor estaba a un salto de distancia, sin entender del todo en lugar de caer se elevaba y lo que desde el borde superior parecía un plano imposible desde el borde se veía como un acantilado , desde el aire se veía como un valle y antes de darse cuenta cayó suavemente sobre un arbusto que amortiguó en gran parte su caída, aun confundida por el golpe se acercó a su amado y lo besó como nunca había besado, el abrió sus ojos, la abrazó y ambos recuperaron sus formas, el acantilado había desaparecido y en su lugar brotó un manantial de aguas mágicas, y al beber de la fuente volvieron a vieron una puerta, abierta de par en par, tomados de la mano cruzaron el umbral, la puerta se cerró y sin darse cuenta estaban en su lecho disfrutando de su vida de recién casados
Rubén Leiva Toledo Derechos reservados No hay texto alternativo automático disponible.

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